domingo, 11 de noviembre de 2007

Ni Evelio ni yo

Erase una vez una obra, y de repente mi mundo se vió completamente del revés, ni una queja tengo del contratista, eficaz y atento como no había conocido ninguno, y tampoco de los demás profesionales, cumplidores, trabajadores y sinceros; pero claro, una obra es una obra, y después de un mes sin orden ni concierto, empiezo a ver ahora mi mundo en equilibrio y mis cosas aflorar desde el desastre, bienvenida al mundo de los vivos, me digo, y retomo mis pequeñas alegrías como escribir en este blog, aunque un poco sonada y tambaleante como naúfraga que he sido de mi propia y ordenada existencia.
Durante el conflicto, mi casa se pareció peligrosamente a las fotos que he visto de zonas en guerra, muchas veces me acordé de Elvira Lindo y de su Evelio, aquel personaje que se instaló en su casa un verano con perspectivas de convertirse en un miembro más de la familia, cuya obra no avanzaba y se sentaba a tomar cerveza en el sofá de su salón; pero mi situación era más bien como una barricada después de cargar la policía, mis profesionales eran gente seria, no comían en casa, no abrían la nevera y, por supuesto tomaron posesión de mi hogar de forma civilizada y educada, pero tan exahustiva como los marines estadounidenses, no quedó pared sin tocar, techo sin pintar, ni puerta en sus goznes que resistiese su avance. Así que yo agradecida y contenta, y sin una sola silla en la que sentarme.
Después de la experiencia empiezo a sentirme de nuevo en casa y como dijo mi padre en similar ocasión, ¡al fín solos!

sábado, 8 de septiembre de 2007

La vida en metadatos

No oigo otra cosa últimamente en mi trabajo que frases como ésta: "tenemos que poner más metadatos", "necesitamos gente para el equipo de metadatos", sin los metadatos no salimos en la red", "sin metadatos no existimos", la directora, las compañeras, (a los compañeros parece que les trae al fresco, es que son más tímidos), todo el mundo me habla de metadatos hasta el punto de que me ha entrado la gran duda cartesiana ¿existo?, si tengo metadatos existo, y si no los tengo estoy en el limbo de lo desconocido, en la zona marginal del mundo de la información, siento vértigo y decido investigarme a mí misma, quizá no sea para tanto.
Veamos, cuando nací, mi padre me puso nombre, así que la familia ya tenía un dato sobre mí y podía llamarme, primer paso concluido, después como un buen padre que era, pensó en darme existencia civil y fué al registro a inscribirme, ya tengo nombre y apellidos, filiación y lugar de nacimiento, ¡bien por papá!, pero claro, el pensaba en todo y en aquellos tiempos si no existías para la iglesia te ponían las cosas muy difíciles fuera de ella, ya se sabe hay épocas raras en la vida (entonces todo el mundo te pedía la partida de bautismo en lugar de tu registro civil), así que mi padre me bautiza con el disgusto del cura porque mi nombre es judío y no está en el santoral (ahora me ha aparecido una santa, es que estos últimos Papas trabajan tanto...), y además se niega a ponerme el dulce nombre de María, ni delante ni detrás.
Ya estoy en el mundo con todas las leyes, las divinas y las humanas. Ninguna sombra de duda planea sobre mi existencia, hasta que me comunican por carta que tengo que hacerme el Documento Nacional de Identidad, ¿y antes quién era?, bueno, no discuto y me lo hago, ya tengo un número; y mi percepción sobre mí misma empieza a cambiar, ahora soy cuantificable..., con los años incluso me lo aprendo de memoria y no me resulta tan extraño; entonces empiezo a trabajar y me inscriben en la Seguridad Social ya existo en los hospitales, ambulatorios y esas cosas, me llaman de Hacienda y me dicen que necesito un NIF, así que ahora detrás del DNI también tengo una letra, al principio pensé que era para el fisco, pero cada vez que entro en alguna tienda hago la prueba, doy el número y me callo la letra, entonces la empleada me mira con suspicacia (¿existirá esta persona?) y me pregunta con voz suave: ¿letra?, yo contesto en un susurro, me parece algo demasiado íntimo para gritarlo ante desconocidos.
Bien, mi esfuerzo para existir parece que ha dado resultado hasta que empiezan a preguntarme por todos lados ¿tienes e-mail?, hay que conectarse, de acuerdo.
Hay que tener número de móvil, número de fijo..., en fin ya me declaro incapaz de aprenderme tanto número y empiezo a apuntar datos sobre mí misma, números, letras ..., en fin, en cualquier sitio que entro me preguntan uno de esos número y de repente, magia, salgo en la pantalla del ordenador con un motón de datos asociados a mi persona y el empleado me mira tiernamente, como si fuera de la familia, en cambio, un error de tecleo me condena a la no existencia y el empleado me mira con suspicacia ¿seré un ente fantasmagórico necesitado de exorcismo, o seré una prueba de su jefe para ver lo despierto que está esta mañana?...
De acuerdo ya lo tengo todo ¿no?, no. También tengo que estar en la Red, (así con mayúsculas porque la venero, ha cambiado el mundo y esto no va a parar). Bien, ya estoy en la Red, por fín tengo metadatos asociados a mi persona, así que me tranquilizo ¡existo!, tengo datos, metadatos..., tengo todo lo necesario, por ahora...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Vengo de Alemania

Vengo de Alemania Pepe, ¡y cómo vengo!, no sé ni por dónde empezar, te quiero contar mil cosas, parece que hubiera salido de mi casa por vez primera, porque todo me sorprendía, la limpieza, el orden, el cuidado por la tradición, el respeto de lo antiguo, hasta los árboles, que no había visto tantos juntos nunca, claro que como mi tierra cada vez tiene menos pues claro, tres árboles seguidos me parecen ya un bosque, pero te aseguro que estos bosques duraban ¡kilómetros!, figúrate ir por una carretera y no ver más que árboles durante muchos, muchos kilómetros..., si yo lo que necesito es verde, voy a pintar de ese color, a ver si funciona, porque ha sido llegar a mi querido hogar y empezar con los picores, las alergias... A lo mejor lo que me da alergia es mi casa, ¿quién sabe?
En fin, que en un hotel, y extrañando la cama dormía mejor que en mi casa, es que no se oía nada de noche, ¿te imaginas acostarte y no oír los chirridos de los frenos a destiempo, ni las conversaciones de la gente que sale de marcha, ni las sirenas de las ambulancias a las cinco de la mañana, cuando no hay ni un coche que estorbe en la calle?, pues como lo oyes, eso sucede allí, incluso en Berlín, con 3 millones y medio de habitantes, que ni se nota que están, sólo se nos ve, y sobre todo se nos oye, a los turistas.
Pero claro cuando vienen aquí se comportan como nosotros, vocingleros y ruidosos, a lo mejor es la vitamina D, que el sol tiene eso, te da un poco y primero te vuelve como un salmonete y después te cambia la esencia misma del ser, vamos, que te convierte en otra persona, una persona chillona y callejera que no se acuerda de lo bien que se está en casa, con un libro o pasatiempos de esos "de interior", que ya podían inventar un ajedrez solar, que te cargue las baterías del móvil por ejemplo, cada vez que haces un movimiento al sol, watios al móvil o a la consola... que sé yo, seguro que tenía éxito.
Bueno, lo más importante, es que he descubierto, que se puede vivir sin ruido, y con bicicletas, y con tranvía, y con limpieza y orden en la calle, que no hace daño, palabra, que no he perdido mi carácter por eso, aunque quizá no debiera pensar en esas utopías, que igual me traumatizo y me da algún transtorno compulsivo-obsesivo y me convierto en un peligro público, vete tú a saber.

jueves, 2 de agosto de 2007

El fuego de la ambición

Todos los veranos asistimos al mismo deprimente espactáculo : miles y miles de hectáreas de bosque quemado, nuestro patrimonio natural esquilmado y algunos bolsillos soñando con llenarse, y es que la ambición y el afán de lucro son tan viejos como el mundo y me parece que no nos van a abandonar nunca. Lo que sí podemos abandonar es la permisividad y la tolerancia con ese tipo de delitos, porque la conciencia colectiva está cambiando y aunque los solares tengan dueño el patrimonio natural es de todos, y el aire que respiramos también. ¿Cuándo llegará el día que nos demos cuenta que los perjudicados somos todos y que el alcance de esos delitos es mucho más trascendental de lo que parece a primera vista?.
La tierra es finita, es delicada y frágil y sobre todo es la casa de todos los humanos, todos interaccionamos unos con otros y los que no se han dado cuenta todavía o tienen miopía mental o un egoísmo tan grande que debía estar catalogado como enfermedad infectocontagiosa porque las consecuencias de sus actos son tran graves como una epidemia.
Nuestro vocabulario es rico, y aunque cada día pierde más y más vocablos por la tendencia natural al mínimo esfuerzo del hablante, algo me dice que nunca perderá las palabras "ambición", "aprovecharse" y otras parecidas que se utilizan en singular, cuando la humanidad debería empezar a pensar en plural, y conjugar los verbos "compartir", "colaborar" o "asociarse".

sábado, 28 de julio de 2007

Los libros, amigos queridos

El futuro del libro, tal y como lo conocemos, está confuso, por un lado las técnicas de impresión mejoran y se puede conseguir un ejemplar por menos dinero y en menos tiempo, y también con más imágenes, tablas, gráficos y cualquier perifollo que se nos ocurra ponerle, casi no hay límites a nuestra imaginación; pero, al mismo tiempo, las versiones electrónicas y en cualquier otro sotorte que no sea papel, son mucho más rápidas, accesibles y económicas que las tradicionales, ¿cuál es entonces el futuro?.
Hay una cosa clara, a río revuelto (mercado editorial) , ganancia de pescadores (lectores), o lo que es lo mismo, mayor accesibilidad de la cultura, que es de lo que se trata, y mientras en gran parte del mundo se sufren guerras y los niños no pueden ir a la escuela, en el resto, la cultura se expande, se multiplica y nos rodea, se mezcla con la información y la publicidad, se confunde con las opiniones y los estudios de sesudas universidades y nos cambia la vida diaria hasta introducirse en todos los resquicios (si no me creen acérquense a un supermercado y traten de elegir un detergente).
Pero volvamos a los libros, esos objetos entrañables, que se heredaban de padres a hijos, a veces con anotaciones (si mi abuelo lo viera..), a veces con ilustraciones utilísimas, a veces llenos de polvo, siempre ahí, para lo que hiciera falta. Esos libros, eran parte del patrimonio familiar, de la memoria compartida, de la visión de la vida, de mil conversaciones amigables. Esos libros... ¿están en peligro?.
Su contenido está claro que no, su función en la sociedad tampoco, su apariencia física ya es otro cantar. Cuando apareció el ordenador empezaron los lamentos por su defunción pero ¿quién querría llevarse el ordenador a su sillón favorito y dormitar con él en la mano, mientras la imaginación vuela por países exóticos?, estaba claro que el ordenador no era su competidor en las noches de insomnio, ni en las perezosas tardes de lluvia. Ahora, los informáticos que todo lo controlan, tienen ya varias soluciones, cómodas, ligeras de peso y sin brillo (para que no dañen la vista), y, aunque su precio y los pocos contenidos disponibles no parece que vayan a desbancarlos por el momento, parece que el camino está concebido y antes o después el aparatito funcionará y todos querremos tener uno.
Los nostálgicos no deben preocuparse, convivirán las distintas formas, y apreciaremos todas, porque, por mucho que lo intente, la realidad virtual no tiene calor, ni tacto, ni textura, ni la inmediatez, ni la ventaja de no necesitar elecricidad. Y acariciar nuestro libro de poemas favorito es algo que nada podrá sustituir jamás.

viernes, 13 de julio de 2007

Cultivos

Antes se cultivaban amistades, se cultivaba el cuerpo, la mente, los sentimientos y hasta los gustos. Se cultivaba por el placer de hacerlo, sin prisas, sin metas, sin un fin fuera de sí mismo, tan sólo para engrandecer nuestra vida y nuestro espíritu. Pero ¿qué nos queda de ese disfrute de la vida?, corremos, compramos y acumulamos cosas y más cosas en nuestras pequeñas casas, que hemos convertido en almacenes de objetos.
Vivimos con prisa y aturdidos, llenos de facturas, y sin pararnos a ver pasar el tiempo, ni a charlar, ni a pensar calmadamente sobre el sentido de nuestra vida, aunque quizá no tenga ninguno, pero buscarlo, reflexionar sobre ello y cultivarnos como personas, nos ayuda a vivir plenamente, a disfrutar de cada minuto, por encima de la rutina y del bombardeo mediático a que estamos sometidos.
Busquemos un nuevo sentido a nuestra experiencia vital recreándonos en los pequeños momentos, disfrutando de unas risas, de los ensayos musicales de nuestros hijos, de las lecturas o de los momentos en la naturaleza, cultivemos el disfrute del tiempo, ese monstruo demoníaco que acabará con nosotros cada vez más aprisa, mientras corremos de un sitio a otro en un torbellino incesante.
Cultivémonos a nosotros mismos antes de que desaparezcamos engullidos en la marejada que nos rodea, cultivemos de nuevo,
aunque tendrá que ser de una manera nueva, tendremos que reinventarnos la vida, como siempre, una vez más.