miércoles, 5 de septiembre de 2007

Vengo de Alemania

Vengo de Alemania Pepe, ¡y cómo vengo!, no sé ni por dónde empezar, te quiero contar mil cosas, parece que hubiera salido de mi casa por vez primera, porque todo me sorprendía, la limpieza, el orden, el cuidado por la tradición, el respeto de lo antiguo, hasta los árboles, que no había visto tantos juntos nunca, claro que como mi tierra cada vez tiene menos pues claro, tres árboles seguidos me parecen ya un bosque, pero te aseguro que estos bosques duraban ¡kilómetros!, figúrate ir por una carretera y no ver más que árboles durante muchos, muchos kilómetros..., si yo lo que necesito es verde, voy a pintar de ese color, a ver si funciona, porque ha sido llegar a mi querido hogar y empezar con los picores, las alergias... A lo mejor lo que me da alergia es mi casa, ¿quién sabe?
En fin, que en un hotel, y extrañando la cama dormía mejor que en mi casa, es que no se oía nada de noche, ¿te imaginas acostarte y no oír los chirridos de los frenos a destiempo, ni las conversaciones de la gente que sale de marcha, ni las sirenas de las ambulancias a las cinco de la mañana, cuando no hay ni un coche que estorbe en la calle?, pues como lo oyes, eso sucede allí, incluso en Berlín, con 3 millones y medio de habitantes, que ni se nota que están, sólo se nos ve, y sobre todo se nos oye, a los turistas.
Pero claro cuando vienen aquí se comportan como nosotros, vocingleros y ruidosos, a lo mejor es la vitamina D, que el sol tiene eso, te da un poco y primero te vuelve como un salmonete y después te cambia la esencia misma del ser, vamos, que te convierte en otra persona, una persona chillona y callejera que no se acuerda de lo bien que se está en casa, con un libro o pasatiempos de esos "de interior", que ya podían inventar un ajedrez solar, que te cargue las baterías del móvil por ejemplo, cada vez que haces un movimiento al sol, watios al móvil o a la consola... que sé yo, seguro que tenía éxito.
Bueno, lo más importante, es que he descubierto, que se puede vivir sin ruido, y con bicicletas, y con tranvía, y con limpieza y orden en la calle, que no hace daño, palabra, que no he perdido mi carácter por eso, aunque quizá no debiera pensar en esas utopías, que igual me traumatizo y me da algún transtorno compulsivo-obsesivo y me convierto en un peligro público, vete tú a saber.

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