domingo, 11 de noviembre de 2007

Ni Evelio ni yo

Erase una vez una obra, y de repente mi mundo se vió completamente del revés, ni una queja tengo del contratista, eficaz y atento como no había conocido ninguno, y tampoco de los demás profesionales, cumplidores, trabajadores y sinceros; pero claro, una obra es una obra, y después de un mes sin orden ni concierto, empiezo a ver ahora mi mundo en equilibrio y mis cosas aflorar desde el desastre, bienvenida al mundo de los vivos, me digo, y retomo mis pequeñas alegrías como escribir en este blog, aunque un poco sonada y tambaleante como naúfraga que he sido de mi propia y ordenada existencia.
Durante el conflicto, mi casa se pareció peligrosamente a las fotos que he visto de zonas en guerra, muchas veces me acordé de Elvira Lindo y de su Evelio, aquel personaje que se instaló en su casa un verano con perspectivas de convertirse en un miembro más de la familia, cuya obra no avanzaba y se sentaba a tomar cerveza en el sofá de su salón; pero mi situación era más bien como una barricada después de cargar la policía, mis profesionales eran gente seria, no comían en casa, no abrían la nevera y, por supuesto tomaron posesión de mi hogar de forma civilizada y educada, pero tan exahustiva como los marines estadounidenses, no quedó pared sin tocar, techo sin pintar, ni puerta en sus goznes que resistiese su avance. Así que yo agradecida y contenta, y sin una sola silla en la que sentarme.
Después de la experiencia empiezo a sentirme de nuevo en casa y como dijo mi padre en similar ocasión, ¡al fín solos!