sábado, 17 de noviembre de 2018

¿La cultura está triste?

La cultura, esa palabra que para algunos no significa nada y para otros significa tanto, también tiene sentimientos, años de descrédito y ninguneo por parte de esferas útiles para la sociedad, la sumieron en el desánimo y la marginalidad, pero subsiste y no se deja eliminar en acto suicida social.
Su resiliencia y apego es intrínsecamente humana y no se dejará vencer por los útiles, los pragmáticos o los reduccionistas, para quienes solo hay blanco o negro, útil o inútil, productivo o improductivo, rentable o no rentable.
Hay toda una generación de jóvenes que reivindican su derecho a la cultura y lo ejercen a través de la música, el arte o la literatura, jóvenes de temperamento creativo que luchan para encontrar un sitio en esta sociedad reduccionista y alienante que nos minimiza y desprecia, reduciéndonos al mero concepto de consumidor.
¿Consumidores o personas completas que enriquecen el mundo donde viven?, esa es la cuestión: exprimir o enriquecer, he ahí el dilema auténtico de nuestra época.



Mientras las intolerancias y el concepto del mundo como producto comercial aumentan en todos los países de la tierra, las personas proactivas, creativas y solidarias intentan contrarrestar el oleaje.
Es un duelo de titanes del que somos actores y espectadores al mismo tiempo.
Y en medio de todo ello, la biblioteca, una comunidad culturalmente rica y abierta que se ofrece como entorno seguro desde donde enriquecer nuestra mente y nuestra sociedad, tiene recursos, tiene medios, tiene la voluntad que le pone su personal.
La biblioteca se posiciona desde hace siglos, a favor de la riqueza y el desarrollo cultural.
La cultura no puede estar triste y pasiva, solo puede ser la avanzadilla en tiempos felices y la resistencia en tiempos de crisis.