Estaba viendo unas fotos de prensa española con titulares apocalípticos a cuenta de la crisis cuando decidí hacer un ejercicio de imaginación.
Primero imaginé que era un político de izquierdas y me vi traicionando mis ideales sociales, traicionando a mis votantes y renegando de mi programa en nombre del FMI, sentí que era una persona sin palabra ni dignidad, con el corazón roto por las circunstancias y los principios desechos entre la marejada económica y las presiones de las grandes corporaciones, me vi insomne, y sufrí.
Después imaginé que era un político de derechas y me vi sin personalidad, manejado como una marioneta por los grandes capitales, me vi protegido en mi colchón de ideales a medida, nadando entre la hipocresía y el cinismo, sacando tajada política del miedo y la discriminación, presumiendo de mi aureola de santo mientras pateo a los emigrantes y a las minorías, midiendo la realidad con el doble rasero de mis intereses, con el corazón endurecido por los prejuicios y la codicia, me vi durmiendo y acariciando sueños de poder, sin sufrimiento.
Y entonces lloré.
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