Hace años mi abuela me contó cómo se quedó sola con tres niñas pequeñas, una de ellas de meses (mi madre), cuando empezó la guerra y reclutaron a mi abuelo, y como tuvo que afrontar en aquellos años, el nacimiento de dos hijos más, cómo en uno de los partos nadie encontraba a la comadrona, que estaba en otro parto lejos, y cómo dió a luz sin nadie que pudiera ayudarla, cómo tuvo que cortar el cordón umbilical con las tijeras de costura que tenía en la mesita de noche, y el trabajo que le costó alcanzarlas mientras lloraba amargamente su situación, (para cuando llegaron las vecinas y la comadrona todo estaba ya hecho). También me contó como murió unos de sus hijos en sus brazos y cómo lloró al separarse de un sobrino al que crió en esos años difíciles cuando su madre vino a buscarlo tiempo después.
Cuando la escuchaba no podía creer la suerte que yo tenía por no haber padecido una guerra, por vivir en un país que se había vuelto moderno y democrático y lleno de prestaciones sociales, de veras creía que el siglo XX "progresaba" y que aquellos tiempos de dolor e incertidumbre habían quedado atrás para siempre, pero ahora no estoy tan segura...
Ahora sueño con mundos apocalípticos sin guerra nuclear de por medio, tierras baldías llenas de gente desdentada y hambrienta que vaga sin rumbo y sin esperanza mientras empresarios de la energía y banqueros salen en las noticias diciendo que debemos pagar y pagar, y financiar sus delirios financieros y sus guerras preventivas.
Ahora tengo pesadillas con la vida que llevarán nuestros hijos y las jóvenes generaciones en un mundo cruel y manipulado tecnológicamente donde nadie tendrá libertad ni para soñar.
Ahora recuerdo la novela "El primer siglo después de Béatrice" de Amin Maalouf y pienso que pudiera resultar optimista y que la violencia y el oscurantismo que pronosticaban sus páginas pudiera ser sólo el principio...
Ahora prefiero no soñar.
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