domingo, 1 de abril de 2012

Malos tiempos para la lírica

Sí, son malos tiempos para la lírica, malos tiempos para la poesía y los sentimientos, sólo hay cabida para los números y la ambición.
Y no será fácil plantar cara a los agresivos contables sin corazón, sin una estrategia que sean capaces de entender.
Fué lo primero que pensé en la emotiva manifestación en apoyo del juez Garzón (Madrid, 29 de enero de 2012), mientras nosotros llorábamos escuchando poemas sobre la razón y la justicia (Marcos Ana, Luis Pastor, García Montero...), nuestros economistas favoritos se regocijaban haciendo las cuentas de todo lo que nos iban a esquilmar con la connivencia y ayuda de nuestros gobernantes, gobernantes elegidos con nuestros votos pero defensores de intereses ajenos, nada de pensar en el bien del pueblo, puesto que para ellos, lo público no es más que otro sector de negocio.
Y puedo entenderlo, un país con buenos servicios públicos no es más que un nido de ciudadanos concienciados, educados, preparados para discernir y ocupar puestos de trabajo de interés, dispuestos a tomar sus propias decisiones y a defenderlas.
Todo lo contrario de lo que desean: una fuerza de trabajo ignorante y sin voz, frágil y manejable, fácilmente coaccionable y sobre todo exprimible, porque de eso se trata de cosificar al prójimo y convertirlo en dividendos.
Hace un tiempo en que los consumidores eran algo importante para las empresas y si se conservaba la dignidad en los puestos de trabajo era para asegurar la capacidad adquisitiva de esos trabajadores en tanto consumidores, cosa que ha dejado de suceder por dos motivos:
A) la exportación es la meta de toda empresa que se precie y no el mercado nacional.
B) las empresas han perdido el peso en la balanza económica, ahora las decisiones y los beneficios se sitúan a niveles diferentes, los de las grandes operaciones bursátiles y la compra-venta de empresas verdaderas o ficticias, que generan beneficios extraordinarios sin producir nada tangible excepto el despido innecesario y la ruina de corporaciones que funcionaban de manera impecable hasta que el dragón de turno se fijó en ellos, y con su operación de absorción y desguace se hizo con un montón de millones y un patrimonio inmobiliario que volvía a alquilar o vender para sacar doble beneficio.
Así las cosas, las personas tienen poco peso específico en este maremagnum de acciones, opas y empresas tapadera que utilizan unas multinacionales cuyos intereses están tan entremezclados y ocultos que es difícil de tener una visión clara de quién es quién en el mercado internacional.
Y en el nacional también, porque a pesar de algunos nombres que se asoman sin pudor a la ventana de su principal seña de identidad, que no la única, el entramado es ya tan grande que solo vemos los que nos dejan ver, en gran parte gracias a los medios de comunicación, hábilmente manejados y participados, hasta el punto de que la libertad de expresión, tan defendida por nuestra constitución, no es más que una pantomima.
Pero, ¿qué opciones tenemos, mientras los grandes ladrones son amnistiados y los funcionarios perseguidos por tener un trabajo fijo que les da la oportunidad de salir a decir lo que piensan sin miedo al despido?.
Tenemos grandes problemas, pero ¿Qué estamos haciendo para solventarlos?
De nuevo ahí estamos divididos:
Unos apoyan incondicionalmente a los gobernantes, en la creencia de que forman parte de esa élite dominante (no se reconocen como víctimas, dada la demagogia que envuelve todas las tropelías, pero nada más lejos de la realidad, no hay ganancias suficientes para repartir entre esos millones de votantes que se creen miembros de un selecto club)
Otros, que se saben víctimas, dudan entre mantener su individualidad por encima de todo o trabajar denodadamente un frente común que no termina de concretarse, escurridizo como las mismas relaciones humanas, aún a sabiendas de que el tiempo, precioso, juega siempre en contra.
Porque, al fin y al cabo, somos personas, no números o programas informáticos, y estamos hechos de carne, sangre y emociones, de dignidad y de ideales, de pensamientos y poesía, y nos hacemos más personas día a día y verso a verso, lo cual, paradójicamente, nos lleva a nuestra destrucción.
Porque vivimos un momento delicado y trascendente, donde algo creado por la especie humana se ve superado por ella. Aunque en sí mismo, el mercado bursátil no es más que una herramienta y depende de quién la maneja, el problema es que concentra tanto poder y es tan fácil de controlar por unos pocos miembros que se vuelve tan destructora como el peor de los ejércitos y me hace dudar de si no es el mercado el que controla realmente a sus dirigentes tan absortos en su poder que han olvidado que ellos también son personas de nuestra misma especie, y no sólo nuestros depredadores.
Y así, mientras una gran parte de los ciudadanos de nuestro país se esfuerza, lucha con manifestaciones y protestas, sale a la calle en huelga general, perdiendo tiempo, dinero y quién sabe qué más; otra parte de los ciudadanos de este mismo país se entregan con pasión e inversión económica a las manifestaciones típicas de Semana Santa, y por el aumento de los tambores a diferentes horas del día, no debe quedar hora libre para organizar ninguna más.

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